11 de mayo de 2011

Ceballos Urquijo

Los libros son pequeños barcos de papel que uno echa al mar de la suerte sin saber dónde pueden terminar arribando, a qué manos, a qué librerías o bibliotecas o a qué gente que necesita justo lo que estamos contando para entender un poco mejor el mundo. Este libro de Borja Iglesias ha empezado ya esa singladura y esta noche atraca en Las Palmas de Gran Canaria. Lo que espero y deseo es que su viaje sea largo y prodigioso. Va bien pertrechado de palabras, de buenas historias y de mucha vida. Quiero felicitar públicamente a Borja por haber creado desde la nada, o desde la soledad de un escritorio, un mundo creíble, real como la vida misma, y al mismo tiempo mágico como todo lo literario, una novela magníficamente escrita, con personajes bien definidos, con acercamientos a muchos años de nuestra historia más cercana, y sobre todo con la universalidad que se le debe exigir siempre a toda narración. Da lo mismo que algo se cuente en Bombay, en Galicia, en Canarias o en Cochabamba. Si no se es capaz de universalizar lo más pequeño y lo cotidiano, la escritura creo que resulta un trabajo baldío, un ejercicio de juntar letras y signos ortográficos que vemos pero no sentimos en ningún momento como nuestro. Les aseguro que cuando lean este libro se conmoverán, se cabrearán, se excitarán, se sorprenderán y se creerán cada propuesta del autor.

Hay un manejo prodigioso del idioma al que sólo se llega tras muchas horas de lectura. A Borja apenas le conozco personalmente. Llegué a este libro a través de Sara Fresno y ya me quedé en él, como mismo se quedarán ustedes cuando lo lean. Les digo lo de las lecturas porque en el comienzo de cada capítulo se encontrarán con citas que demuestran por dónde ha estado moviéndose el autor a lo largo de sus años de formación. Leyendo esas citas te das cuenta por qué escribe como escribe. No voy a caer en el tópico de la edad: creo que cada uno madura a su manera y encuentra su momento con treinta años o con sesenta, pero sí es verdad que el torrente narrativo de Borja, su precisión y sobre todo su ritmo narrativo sorprenden en alguien tan joven. Para llegar a ese dominio habrán hecho falta muchas horas de trabajo,de lectura y de escritura, y sobre todo mucha capacidad para aprender a mirar el mundo que le rodea. No voy a destripar la historia, pero sí les digo que se encontrarán con fogonazos geniales (cito: “Piensa que sólo la muerte huele peor que la pobreza”) o con guiños a los clásicos que cita como el tortazo del abuelo al niño que lee que tanto recuerda al Rojo y Negro de Stendhal con el que abre Borja el libro. Encontrarán, a medida que la historia avance y que se acerque a nuestro tiempo, que las elecciones de los libros de los protagonistas se parecen mucho a las mismas elecciones de nosotros cuando nos empezamos a acercar a la literatura. Elena elige, entre otros libros, El guardián entre el centeno de Salinger, Los sufrimientos del joven Werther de Goethe, El lobo estepario de Herman Hesse o Crimen y Castigo de Dovstoyeski. En mi caso me recuerdo leyendo esos mismos libros entre los dieciocho y los veinte años junto al Rojo y Negro con el que Borja abre su libro como una declaración clara de intenciones de lo que vamos a encontrar en él: nada más y nada menos que literatura, con todo lo que eso supone. Está el que lo pierde todo porque pierde una guerra, el prepotente cacique con derecho de pernada, el que maltrata, la que ama, el que no acepta su destino, el que crece en medio de negocios sucios, la que resiste, la supuesta suicida, los políticamente correctos, los políticos olvidados, los años cuarenta y los años más modernos de nuestra historia más reciente y más cercana, los cambios de la sociedad, lo urbano y lo cosmopolita combinándose con lo más rural y lo más abusivo, la pena, las alegrías, los personajes que hablan y los que se piensan, los que vemos venir y los que nos sorprenden, los retazos de vida creíble, mil retazos y cientos de páginas que nos permiten seguir creyendo en la literatura y en que hay gente que, a pesar de los augurios tecnológicos y de los supuestos Apocalipsis, sigue contando historias con los mismos mimbres que Balzac, que Flaubert o que Galdós. Eso es lo bueno de encontrarnos con libros como Ceballos Urquijo, que nos mantienen en el optimismo y nos permiten mantener viva la ficción sin la que no entenderíamos el mundo.

Borja Iglesias se estrena en la literatura con un libro palpitante, sorprendente, armado de cómplices guiños cotidianos y sobre todo bien pertrechado de personajes con vida propia, hombres y mujeres que salen del papel y que se podrían confundir perfectamente con cualquiera de nosotros. Es un libro que se mueve entre lo abyecto y lo exquisito, entre lo divino y lo humano, un mosaico de sensaciones contradictorias y caóticas como la vida misma, un pequeño retazo de lo que nosotros mismos vamos siendo a medida que vamos poniéndonos y quitándonos los disfraces de todos los personajes que somos y que hemos sido a lo largo de los años.

Siempre repito que sin lenguaje no hay comunicación, y cuanto más y mejor se maneje el lenguaje más creíbles y certeros lograremos ser como escritores. Pero impecable también lo es un artículo del Código Civil y sin embargo no veo que nadie se enganche al código de marras cuando quiere leer algo que le haga salir de la modorra cotidiana. En la lectura buscamos emoción, queremos que nos golpeen en la mandíbula desde el primer renglón, que no nos dejen igual que estábamos cuando decidimos abrir ese libro que estamos leyendo entre los millones de libros que pudimos haber abierto. Con Ceballos Urquijo les aseguro que tienen garantizada esa condición innegociable cuando hablamos de literatura: se conmoverán, maldecirán la mala andanza de un personaje o se entregarán a la mala estrella de otro. No pidan términos medios porque no lo van a encontrar en este libro, como mismo no lo encontrarían en Kafka, en Chejov, en Carver o en Joseph Coetzee. Les invito a que lean este libro y a que luego participen en esa singladura que nombraba al principio. Llévenlo a otros puertos y a otros ojos, a otros lectores. Ese barco milagroso ya no le pertenece ni siquiera a Borja. Son ustedes como lectores los que están llamados a escribir su destino. Si gusta un libro hay que intentar mantenerlo a salvo y permitir que siga navegando. Por mi parte, les aseguro que pondré todo lo que esté en mi mano para que eso ocurra.

(Este texto sirvió fue leído anoche en la presentación de la novela de Borja Iglesias en la sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Las Palmas de Gran Canaria).



Ceballos Urquijo. Borja Iglesias
Ediciones Idea 2011

No hay comentarios: